miércoles, 18 de noviembre de 2015

NACIMIENTO DEL ALGEBRA MODERMA



Actualmente se debe, en buena medida a René Descartes (1596-1650), quien la introdujo en La Géométrie, uno de los tres apéndices con los cuales ejemplifica su método “para bien conducir la razón y buscar la verdad en las ciencias” que expone en su famoso tratado Discours de la Méthode, publicado en 1637.                                                                                                                         
La Géométrie se divide en tres partes y en ella Descartes presenta lo que hoy conocemos como geometría analítica; además, se formaliza la teoría de ecuaciones y se establecen muchos de los símbolos y de la terminología del álgebra actual. Este trabajo influyó profundamente en el desarrollo del álgebra pues con el método de Descartes las curvas podían ser estudiadas a través de sus ecuaciones y las ecuaciones a través de sus curvas.
En palabras del propio Descartes: “Cualquier problema en geometría puede ser reducido fácilmente a tales términos que un conocimiento de las longitudes de ciertas líneas rectas es suficiente para su construcción” (citado en [16, p. 78]). Al denotar las líneas por medio de símbolos algebraicos y sujetarlas a operaciones geométricas que involucraban construcciones con regla y compás que correspondían a las cinco operaciones aritméticas básicas, i.e. suma, resta, multiplicación, división y extracción de raíces cuadradas, abrió un camino en el cual el álgebra jugaba un papel muy importante y lo llevó a introducir una nueva notación: “por a 2 , b 3 , y expresiones similares, yo ordinariamente hago referencia a simples líneas, a las cuales, sin embargo, llamo cuadrados, cubos, etc., de tal manera que pueda hacer uso de los términos empleados en el álgebra” (citado en [16, p.79]).   

Este nuevo simbolismo algebraico de Descartes usa las primeras letras del alfabeto para denotar las cantidades conocidas y las últimas letras se usan para denotar las incógnitas; también se dispone de una notación más compacta: x, x 2 , x 3 , etcétera, y define los conceptos de ecuación y de raíz (de una ecuación), que fueron aceptados casi de inmediato por los matemáticos de su tiempo.
Para Descartes era claro, y él así lo escribe, que si a es una raíz de una ecuación polinomial, entonces x - a es un factor de la ecuación; también establece la regla de los signos por medio de la cual podemos estimar el máximo número de raíces reales de una ecuación de acuerdo con los cambios de signo de los coeficientes de ésta y Descartes ilustra la regla con varios ejemplos. Sin embargo, va mucho más allá al afirmar que “Toda ecuación puede tener tantas raíces distintas como el número de dimensiones de la incógnita de la ecuación” (citado en [16, p. 82]), lo que sería para nosotros una primera aproximación al Teorema Fundamental del Álgebra.                           

Para ejemplificar lo anterior, Descartes considera las raíces x = 2, x = 3 y x = 4 y muestra que al multiplicar las ecuaciones x – 2 = 0, x – 3 = 0 y x – 4 = 0 se obtiene 9 26 24 0 3 2 x x x , una ecuación en la que la dimensión de la incógnita es 3 y tiene tres raíces.
Si bien Descartes acepta y trabaja con raíces negativas, a las que llama falsas, al parecer se siente más cómodo usando sólo raíces positivas; con respecto a las raíces complejas, éstas también son aceptadas por él pues en el libro III de La Géométrie hace una afirmación más fuerte que la citada anteriormente, la cual lo acerca más al Teorema Fundamental del Álgebra: Un polinomio de grado n tiene n raíces, sean estas positivas, falsas reales o complejas. En palabras del propio Descartes: "Ni las verdaderas raíces ni las falsas son siempre reales; algunas veces son solamente imaginarias; esto es, mientras que siempre podemos concebir tantas raíces para cada ecuación de la forma como ya las he asignado, no siempre existe una cantidad definida que corresponda a cada raíz así concebida. De esta manera, si bien podemos concebir que la ecuación 6 13 10 0 3 2 x x x tiene tres raíces, solamente existe una raíz real, 2, mientras que las otras dos, de cualquier manera que las incrementemos, disminuyamos, o las multipliquemos de acuerdo con las reglas ya expresadas, permanecen imaginarias"                                                                                                                             

 Así, esas raíces que no corresponden a cantidades son sólo producto de la imaginación y Descartes las llama imaginarias; su reconocimiento de éstas va más allá de lo aceptado por sus colegas matemáticos y, de cierta manera, legitima su uso. Otro matemático francés a quien también se le atribuye la invención de la geometría analítica casi simultáneamente que Descartes, aunque de manera independiente, fue Pierre Fermat (1601-1665). Sus muchas contribuciones las podemos situar en varias ramas de las matemáticas tales como la teoría de números, el análisis diofantino, la probabilidad y el cálculo, entre las más significativas.
De hecho, en varias de estos campos fue pionero y dejó una huella perdurable hasta nuestros días. A Fermat le debemos el uso de las llamadas coordenadas cartesianas pues fue quien las introdujo en su exposición del método de la geometría analítica, mismo que desarrolló en su escrito Ad Locos Planos et Solidos Isagoge3 , el cual data de 1643 pues en ese año Fermat se lo envió a Pierre de Carcavi con quien mantenía correspondencia.                                                                              
Sabemos por varias fuentes que mucho del material expuesto en esta obra es bastante familiar para Fermat desde al menos 1629, y para 1636 ya había descubierto el principio fundamental de la geometría analítica pues, en sus propias palabras: “Siempre que en una ecuación final estén presentes dos cantidades desconocidas, tenemos un lugar geométrico, uno de cuyos 3 Introducción a los lugares [geométricos] planos y sólidos.



Extremos describe una línea, recta o curva” Sin embargo, es hasta después de su muerte que por primera vez se publican muchas de sus investigaciones en su “Varia Opera”, la cual salió a la luz en 1679. En su Introducción Fermat sigue la notación de Vieta y, por ejemplo, la ecuación de un círculo la escribe como Bq. + Aq. = Eq. (A y B son incógnitas, E es una constante y q es por quadratum). Además, clasifica las secciones cónicas de acuerdo a su ecuación y muestra que toda ecuación cuadrática en dos incógnitas representa una línea recta o una cónica. Por otra parte, podemos decir que Fermat es el fundador de la teoría moderna de los números y obtuvo una gran cantidad de resultados en este campo.                                                                                                        

No dio demostración alguna de muchos de sus “teoremas”, la mayoría de los cuales han probado ser correctos pues varios matemáticos de las generaciones posteriores a la suya se encargaron de establecer las demostraciones. La más famosa de esas afirmaciones es sin duda el llamado Último Teorema de Fermat que establece que no existen números enteros x, y, z que satisfagan la ecuación n n n x y z para n 3, de la cual Fermat afirmaba tener una demostración "verdaderamente bella". Este teorema sólo se pudo probar hasta hace poco tiempo, en la última década del siglo XX por Andrew Wiles, del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. Las matemáticas desarrolladas para lograr esta proeza han dejado una profunda huella en el álgebra contemporánea, en la teoría algebraica de números y en la geometría algebraica. A propósito, se le llama “último teorema” no porque haya sido el último enunciado por Fermat sino porque fue el último en ser demostrado.
Mientras en la Europa continental tenían lugar todas esas novedosas ideas, en Inglaterra, un discípulo de Oughtred, John Wallis (1616-1703), llegaría a ser reconocido como uno de los mejores matemáticos del continente. En 1648 estudió a Descartes y se replanteó el trabajo de éste con respecto a la ecuación bicuadrática; Wallis le dio un nuevo enfoque al factorizarla por medio de dos ecuaciones cuadráticas.                                                                                                                        
Para el año de 1656 se publica su libro Operum Mathematicorum Pars Altera4 el cual consta de dos partes siendo una de ellas el Tractatus de Sectionibus Conicis5 . Este tratado es el primer texto sobre las cónicas desde un punto de vista Cartesiano y aparte de éstas, se estudian curvas planas tales como la parábola cúbica 2 3 a y x y la parábola semicúbica 2 3 ay x , la cual jugó un importante papel en el desarrollo posterior del cálculo infinitesimal. Pero el trabajo que más fama le trajo a Wallis fue su Aritmética Infinitorum6 , que se publicó en 1655; esta obra ejercería una influencia decisiva en el trabajo de Newton sobre el cálculo infinitesimal.
En 1659 Wallis publica Tractatus Duo en el cual se presentaban sus investigaciones sobre algunas curvas tales como la cicloide, la cisoide y también sobre otras figuras geométricas. 4 Obra Matemática Selecta. 5 Tratado de Secciones Cónicas. 6 Aritmética del Infinito. APUNTES DE HISTORIA DE LAS MATEMÁTICAS VOL. 2, NO. 2, MAYO 2003 45 Otro texto de Wallis de título Treatise of Algebra, Both Historical and Practical se publicó en 1685 y su autor adopta una posición un tanto chauvinista pues acusa injustamente a Descartes de que gran parte de su trabajo lo tomó de la Praxis de Harriot y trata de hacer ver que el álgebra simbólica de Vieta ya estaba presente en la matemática griega. Mención especial debemos hacer de Isaac Newton (1642-1727) de quien se dice ha sido uno de los más grandes científicos de la historia de la humanidad. 

Su trabajo más conocido y admirado es Philosophiae Naturalis Principia Mathematica7 (1687) en el que establece las leyes del movimiento de los cuerpos y las leyes de la gravitación universal sobre bases geométricas; también hizo contribuciones fundamentales en óptica y por eso la idea que se tiene de él es la de un físico-matemático. Sin embargo, su contribución a las “matemáticas puras” y en particular al desarrollo del álgebra, son suficientes para asegurarle un lugar junto a los más grandes matemáticos de todos los tiempos.
Se sabe con certeza que el período de 1664 a 1667 fue determinante en la vida de Newton pues muchas de sus más revolucionarias ideas las desarrolló en esa época. Antes de esos años sus lecturas habían sido mayormente sobre filosofía aristotélica, lo común en las universidades europeas de ese tiempo; sin embargo, aprendió muy bien el estilo de razonamiento lógico usado por Aristóteles en su complicado sistema filosófico. En 1664 sus lecturas fueron más allá de las que ofrecía el currículum tradicional y se abrió a las ideas cartesianas. Si bien Newton ya había leído a Euclides cuando estudiante, sus conocimientos de geometría no eran particularmente profundos y, aunque parezca contradictorio, su interés por la astrología lo llevó a estudiar trigonometría en 1663.

Al no entender varias demostraciones de su texto de trigonometría por falta de bases geométricas firmes, vuelve de nuevo al estudio de la geometría euclidiana aunque sus lecturas fueron bastante superficiales ya que sólo leía los enunciados de los teoremas pues las demostraciones le parecían muy sencillas, opinión que cambió al llegar al llamado Teorema de Pitágoras. Esto hizo que releyera a Euclides con mayor atención de principio a fin. 

Después leyó la Clave de Oughtred y tuvo algunas dificultades para entenderlo por completo. Cambió entonces su lectura a la Geometría de Descartes en la edición latina que de esta obra había realizado Frans van Schooten la cual se publicó en 1649; uno de los grandes méritos del trabajo de Schooten fue que esta edición estaba ampliamente comentada y presentaba explicaciones muy valiosas del trabajo de Descartes. Después de varias relecturas entendió a Descartes mejor que a Euclides por lo que leyó de nuevo a éste último y, por segunda vez, a Descartes. Luego vinieron las lecturas de Arithmetica Infinitorum de Wallis; Euclides Elementorum de Isaac Barrow, quien también fue su maestro; la Opera Mathematica de Vieta; también es muy posible que haya leído el Tractatus Duo de Wallis.

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